La talentosa cantora argentina celebra 30 años de su álbum Isla del Tesoro. El material contó con la participación de grandes músicos y la producción artística de Fito Páez.
La cantora nacida en Villaguay (Entre Ríos) dio a conocer en 1987 su primer disco: Liliana Herrero. En 1989 publicó Esa fulanita y en 1994, hace treinta años, editó Isla del tesoro, todos con la producción artística de Fito Páez.
En 1984, a instancias de Fito Páez, Herrero armó su proyecto artístico con Juancho Perone, Iván Tarabelli, Claudio Bolzani, Roy Elder y Fabián Llonch. “De los músicos que participaron en mis tres primeros discos tengo el mejor de los recuerdos. Hicimos tres grandes discos. Ellos fueron los inspiradores de este novedoso modo de dialogar con lo mejor de las tradiciones argentinas”, rememora.
Liliana Herrero muestra desde sus inicios su capacidad para tender puentes con la tradición. Para el repertorio de Isla del tesoro, seleccionó obras de autores que se consideran fundamentales en el cancionero popular. “Los autores que aparecen en el disco son fundamentales, pero de ninguna manera son los únicos. Chacho Müller es una metafísica del río, el Cuchi (Leguizamón) produce una vanguardia musical armónica y melódica sorprendente y Yupanqui es el autor que percibe en su andar por estas tierras una necesidad de descifrar sus secretos”, explica la artista.
Desde la década del setenta, ya sea integrando Contracanto, Canto Libre o cantando con Jorge Borgonovo, Herrero se puso a explorar las posibilidades que ofrece una obra para, con su mirada, luego transformarla mediante los arreglos. Es la premisa que ha sostenido en todos sus discos. “Creo que la particularidad de Isla del tesoro no es diferente de cualquiera de los otros discos que haya hecho. En todos los casos hay un lazo que nos une con obras que nos han dejado un legado maravilloso y, al mismo tiempo, me han permitido intervenirlas. En esa acción puedo dialogar con ellas, conversar y al mismo tiempo encontrar un modo de hablar de ellas proponiendo nuevas sonoridades y modificando algunas estructuras. Esa actividad no resulta mejor que el original sino que por el contrario, acepta el poderío de las mismas al provocar nuevos diálogos y horizontes sonoros”, define la cantora.
Con Fito se conocieron a fines de los 70 y ambos se consideran hermanos queridos y compañeros de la vida, se tienen uno al otro. Él contribuyó y la estimuló para que saliera de cierto ostracismo en el que estaba después de la dictadura, haciendo lo necesario para que ella grabara los discos. “Fito intervino de un modo altamente eficaz, sobre todo en el momento de la grabación, la mezcla y la masterización. También invitó a muchos músicos que aún yo no conocía personalmente. Fito es un gran director, diría que percibe con anterioridad qué es lo que quiere escuchar como si anticipara el color y el sonido del disco en su totalidad. Los músicos con los que yo trabajaba en ese momento ya veníamos con arreglos, como se dice en la jerga musical, ya preparados, pero Fito le dio el cierre definitivo, el color y el sonido final”, apunta.
En Isla del tesoro hay fantásticas versiones de cuatro temas de Cuchi Leguizamón: Upa Federico, La arenosa (letra de Castilla), Si llega a ser tucumana (letra de Pérez) y Chacarera del expediente. El salteño, que solía visitar a la cantora en su casa, es un creador que ha estado desde siempre en el repertorio de Herrero. Su obra es de las que resisten nuevas lecturas y dialogan con la cultura universal, características que ella tiene en cuenta cuando elige cancionero. Cada tema tiene su participante especial. En Upa Federico canta su hija Delfina Arias y Fito toca teclados, en La arenosa suma su voz Claudia Puyó y lo mismo hace Chango Farías Gómez en Chacarera del expediente con Páez en teclado, guitarra y arreglo.
En ese tesoro que es la música popular argentina está la obra de Atahualpa Yupanqui, a la que la entrerriana siempre está dispuesta a visitar. De la obra de Don Ata, ella y el grupo seleccionaron para este repertorio Piedra y camino y Los ejes de mi carreta (letra de Romildo Risso). La potente versión de Piedra y camino cuenta con la participación de Ricardo Mollo (Divididos) e incluye un fragmento de un diálogo de Yupanqui con Blanca Rébori. Los arreglos de Los ejes de mi carreta son de Juancho Perone.
Creciente de nueve lunas y Ay, soledad, de Chacho Müller, también forman parte del disco. En tiempos duros de la Argentina, Herrero participaba de reuniones clandestinas en la casa de Rubén Naranjo y en otras con Chacho. En esos contactos íntimos fue aumentando su valoración de la obra del creador de La isla. El resultado de estas versiones es producto de los arreglos de Iván Tarabelli y Claudio Bolzani.
Con indudable buen criterio, el disco posee una coherente estética y un equilibrio en la elección del repertorio. De creadores contemporáneos, este disco contempla obras de Raúl Carnota (Gatito e las penas) y Juan Falú-Carlos Herrera (Donata Suárez). De otros referentes del folklore argentino, se incluyen Tristeza (Hermanos Núñez) y Los inundados (Ramírez-Aizemberg).
Los músicos tienden hoy a cruzarse y relacionarse con otros, un modo de alimentarse y crecer. En Isla del tesoro lucen instrumentistas y cantores del folklore, del rock y del jazz. Osvaldo Fattoruso, por ejemplo, el genial baterista uruguayo, toca en diez de los doce temas, co-protagonizando la base rítmica con Guillermo Vadalá.
El libro que acompaña al disco incluye un texto de Martín Caparrós relatando la esencia de las reuniones de los protagonistas de la grabación y otro de Horacio González, el inolvidable compañero de Liliana, confiando sus sensaciones al escuchar el disco. “Los escritos de Martín y de Horacio son muy bellos y muy distintos. Martín describe claramente lo que ocurría en esas largas noches de grabación, búsquedas y en la comunidad que se armó finalmente, cómo el mismo dice, noches de extraordinaria conspiración. Horacio, habla del fluir de las cosas y en ese lazo que nos une con obras antiguas, con un pasado cercano o lejano que nos lleva hacia lo anterior y nos permite ingresar en ese fluir. Los dos textos son hermosos”, refiere Herrero.
En todos los temas, por encima de los virtuosismos e innovaciones, hay una dirección estética que no se negocia y permanece en la obra interpretativa de Herrero. “Los discos son como los hijos, imposible tener predilecciones”, suelen afirmar los artistas. “No pienso que éste fue el mejor disco, tampoco pienso en términos de carrera. Un disco son momentos en los que aparece un deseo, una búsqueda y, de pronto e insospechadamente, nos encontramos con una pequeña obra que nos gustó y nos hizo felices mientras lo hacíamos y también en el resultado final”, resalta la intérprete.