Por Pedro Robledo | pedritoro@hotmail.com

Fotos: Eduardo Fisicaro


En una noche histórica, la magia de Cosquín hizo posible el encuentro de dos de los artistas más importantes de la música popular argentina. Plaza llena y público cómplice, romántico y participativo.
Al borde del colapso, las plateas, las tribunas y los pasillos estuvieron colmados de fanáticas de Abel y Jorge. El paisaje de la plaza mostraba cientos de remeras, sombreros y vinchas que referían a ambos artistas. Desde el escenario se mencionaron también banderas de espectadores de Colombia, Uruguay, Paraguay, Ecuador y España.
En el inicio, Horacio Banegas se topó con la plaza llena lo cual sumó motivación a su propuesta, apuntalado por la eficaz labor de sus hijos Cristian «Mono» (bajo y voz) y Enzo «Jana» (guitarra y voz).
Se fue despidiendo con «Canción del quenero» y agregó «Hermano kakuy» en un bis muy solicitado.
Gabriel Macías consiguió la atención con canciones nuevas, bien cantadas y arregladas. El artista radicado en Cosquín volvió al festival en donde tuvo su consagración integrando el grupo Ceibo en la edición de 2011.
Siempre delgada y elegante, Roxana Carabajal armó una puesta en escena con cuidada producción estética.

 

 

En la banda incluyó cuatro percusiones que saturaron, pero ese armado le dio un inequívoco sonido santiagueño. Homenajeó al bombo legüero, nuestro instrumento autóctono, y sumó en pantalla la figura y la palabra de Juan Saavedra.

 

Jorge Rojas, siempre comprometido con la escena de Cosquín,  le agregó a la infraestructura de sonido del festival,  su propia técnica de escenario.

 

 

En esta fiesta fue premio Consagración en 2006, cuando iniciaba su carrera solista luego de su historia con Los Nocheros. Pisó este escenario por primera vez hace veintiocho años compitiendo en el Pre-Cosquín cuando integraba Los del Cerro.  Llegó a la plaza con el mejor estado de ánimo y eso se reflejó en el show, cantando en un altísimo nivel vocal.  Empezó el show con «Mi cantar», el aire de chamamé que da título a su más reciente disco.

 

 

En el apoyo vocal se destacó Victoria Alfonsina, también guitarrista del grupo.
Le «prestó» la banda a Efraín Colombo para que el rafaelino cante su tema «Lo que soy», con el cual consiguió la respuesta esperada y merecida.
Seductor, coqueteó con las damas en los tramos más románticos de su repertorio.

 

Horas antes, Rojas recibió en su casa a Abel Pintos y a Mora, la novia del bahiense, chaqueña igual que Valeria, esposa de Jorge.
En el arranque de  «No saber de ti», tocó la banda y cantó el público. Rojas salió de escena y regresó abrazado con Abel y juntos lograron un momento de alto impacto. Se elogiaron mutuamente y sumaron más temas en formato de dúo.

 

 

Homenajearon a Yupanqui en el día de su natalicio con una notable versión de «Piedra y camino» agregando en el final de la zamba un inolvidable canto a capella que hizo estallar el auditorio. Completaron la reunión con «Para cantar he nacido», «La llave» y «Al son de la vida».

 

El chaqueño Néstor «Coco» Gómez ofreció chacareras del monte y la grilla continuó con Rivera Folk, la banda cordobesa que el año pasado obtuvo el premio Destacado de Espectáculos Callejeros.
El pianista pampeano Román Ramonda, ex-músico del Chaqueño Palavecino, ofreció su plan musical caracterizado por la diversidad de estilos y repertorio ecléctico.
Canto 4 y Guitarreros celebraron los diez años de su consagración compartida en Cosquín. En 2010, ambos grupos salteños  obtuvieron esta distinción y para festejarlo prepararon un repertorio compuesto por canciones populares salteñas con estética tradicional.
Cerca de las tres de la mañana, cuando ingresó Abel Pintos con su banda, la plaza mostraba el mismo panorama que en el comienzo de la noche, nadie se movió de su ubicación.

 

 

Por cambio de planes, le quedó libre la fecha y fue dialogando con la Comisión y con Jorge para concretar su presencia.
Mencionó en el escenario la charla con la prensa donde destacó que «Jorge es uno de mis referentes, desde que formaba parte de Los Nocheros».
Como lo hizo León Gieco con él el 25 de enero de 1998, Abel demostró su generosidad cediendo un espacio al mendocino Sebastián Garay. El show del bahiense no entró completo en la televisación, más bien fue brevísimo. Cuando se apagaron las cámaras, se relajó y se dispuso a entregar todas sus canciones más reconocidas, ya con un público cautivo.

 

 

A las 4 y media, hizo el último saludo junto a los músicos, mientras sonaba «Pensar en nada», aquella recordada versión junto a León.
La reunión de Abel y Jorge deja un buen mensaje: los artistas están lejos de las opiniones y las rivalidades generadas desde el exterior, ajenas a sus decisiones y concientes de que están en el mismo tren tratando de enriquecer la música argentina.

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