Por Pedro Squillaci | pedrosquillaci@yahoo.com.ar

Ilustración: Enrique Figna


– Hola, cómo va?

– Juan, qué sorpresa, no esperaba que me llamaras.

– Decime, si estás ocupada te llamo después.

– No, no pasa nada, estoy acá en Chucherías, atendiendo gente.

– Sí, es verdad, ni pasé todavía a la  inauguración del negocio.

– Esperé que vinieras para ese día, era 23 de diciembre, mucha gente vino a ver el local y de paso compró algunas chucherías para las fiestas.

– ¿Qué buen nombre, no? Viene justo para la onda del lugar, sos re creativa, che.

– ¿Me llamaste para hablar de mi capacidad para ponerle el nombre a un negocio o por otra cosa?

– No, Maite, pará, ya sé que me recolgué, hace varios meses que no te mando ni un mensajito ni nada y…

– ¿Y entonces?

– Quería pasar por el negocio, así veo cómo está y de paso voy cerca del horario de cierre así vamos a tomar una cervecita por Pellegrini.

– No me parece buena idea, Juan.

– ¿Por qué? Mirá, yo voy hoy tipo 7 y media de la tarde, me quedo hasta las 8 y nos vamos caminando hasta..

– No, Juan, no me estás escuchando, no me parece una buena idea, digo, porque a esa hora hoy voy a estar ocupada.

– Esteee, ocupada.

– Sí, oíste bien, ocupada. Tengo otra cosa que hacer.

– Ajá, ¿y esa otra cosa que hacer no se podría postergar?

– No sé, de última lo llamo y le digo si podemos pasar el encuentro para otro día.

– ¿Lo llamo?

– Sí, me estoy viendo con alguien Juan, o esperabas que me quede sentada esperando a que el tipo se descuelgue del cuelgue eterno y algún día, cuando inaugure otro local, ponele Chucherías 2, se le ocurra llamarme de nuevo para tomar una birra. Vamos Juan, media pila.

– Claro, dos meses sin llamar y ya otro ocupa mi lugar…

– Ah, no te pongas telenovelesco Juan, por favor, parecés Miguel Gallardo, Ni te dije si salgo o no, dije solamente que me tengo que ver con una persona, eso solo.

– Y……¿pasó algo?

– No pienso responderte esa pregunta, sos de manual Juan, bueno…sí señora, los calendarios de 2021 están al lado de los cuadros. Bueno, Juan, después seguimos, estoy laburando. Beso, chau, chau, después yo te llamo y seguimos, dale.

Juan cortó el teléfono y no podía parar de rebotarle en la cabeza la frase: «Parecés Miguel Gallardo». Ahí nomás se fue a Google y cuando puso ese nombre, lo primero que salió fue el cantante español que, entre otros temas, cantaba Otro ocupa mi lugar, tema romanticón de la década del 70 y que se prolongó hasta los 80, de los tiempos de los pantalones Oxford, las remeras de bambula y los sueños por el cielo. La canción fue un golazo mucho antes de que Juan y Maite se conocieran, pero él la recordaba perfecta, sobre todo la parte que decía “comprender que ayer te tuve entre mis manos y ahora eres de mi hermano”.

Como si fuera cosa ‘e Mandinga, a Juan le volvió a sonar el celu. «Es Maite para avisarme que era una joda», se ilusionó, pero no. No era Maite y quizá tampoco sería una joda.

– Hola hermano, ¿cómo va?

– ¿Y vos por qué carajo me llamás hermano? ¿Entonces sos vos?

– Y sí, boludo, soy yo, El Panza, tu hermano, me lo decís siempre. Pero, che, ¿tomaste alguna sustancia rara vos?

– No, qué sustancia ni sustancia, dejá, olvidate, yo me entiendo. Bueno, para qué me llamabas Panza.

– Mirá, era para proponerte si hoy podemos hacer un bloque de música retro, con toda la onda de los 70 y los 80, viste y..

– Pero vos me estás jodiendo, vos sabés algo entonces.

– De música de los 70 sí, bolu, claro que sé, más de los 80, aunque ojo, no tanto como vos, porque…, pero pará, loco, ¿qué catzo te pasa a vos?

– Nada, bolu, lo que pasa es que justo la llamé a Maite, la invité a una birra, de paso conocía el negocio de ella y me tiró la onda de que anda con un tipo, parece que otro ocupa mi lugar…

– Ja, como el tema de Miguel Gallardo, era el primero que pensaba poner.

– ¡Ni en pedo! Poné otra cosa, justo  me lo nombró al tipo ese,  poné a Camilo Sesto, a Dyango, qué se yo, lo que quieras, pero al boludo ese ni lo pongas.

– Mirá que ese es el que hizo Hoy tengo ganas de ti.

– ¿Y?

– Y, que si ella te lo nombró, significa que lo conoce, así que hoy, lo que podemos hacer es no poner Otro ocupa mi lugar, pero le clavamos al toque Hoy tengo ganas de ti, o ponemos las dos, ¿qué te parece?

– Qué se yo, hacé lo que quieras, lo que veo es que con una canción o con las dos, ya se me está escapando Maite.

– Uf, qué lástima, pensé que estaba hablando con un hincha de Central.

– ¿Qué decís? Ahora sos vos el que se tomó una sustancia rara, me parece.

– No, gilastrún, a los canallas les dicen los guerreros, al menos eso dice la hinchada de ustedes. Bueno, loco, tenés que ser guerrero y dar batalla, dejá de joder, mirá si vas a arrugar ante la primera perdida. Así no la vas a conquistar nunca.

– Creo que por estas cosas te quiero como un hermano, bah, dejemos descansar por un rato la palabra hermano. Bueno, te mando un abrazo, loco, poné Gallardo, el Cuarteto Zupay o Los Cinco del Ritmo, hacé lo que quieras, dale, abrazo.

Juan se fue a su departamento con la cabeza hecha un nudo. Tenía una ensalada rusa entre Maite, Chucherías, Miguel Gallardo, la hermandad, Camilo Sesto y su querido Rosario Central. Pero se detuvo ahí. “El mejor guerrero no es el que siempre triunfa, si no el que vuelve sin miedo a la batalla”, esa frase la había escuchado o leído alguna vez y le quedó grabada. Ahí comprendió, con música de fondo de los 70, de los 80 o de este aún indescifrable 2021, que la única batalla que se pierde es la que se abandona. Es otra frase de manual, sí, también Juan es de manual, según Maite. Pero también es cierto que cuando uno se enamora se le queman todos los manuales. Tanto es así que hasta te ponés a tararear los viejos clásicos retro. Y bueh, son esas cosas del amor, diría Favio.

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