Por Pedro Squillaci | pedrosquillaci@yahoo.com.ar

Ilustración: Enrique Figna


Maite era distinta a todas. Para mí siempre fue ella. El resto no existía. O sí. El resto eran de la Primera B y Maite de la Champions League. Quizá fue porque la conocí cuando éramos adolescentes,  ese momento de la vida donde todo está por descubrirse. Es el camino a lo desconocido, da miedo y también seduce, claro. Era mayo del 87 y los dos teníamos 16 años, dos chicos bebiendo los primeros sorbos de la democracia, pero la política estaba unos kilómetros más lejos que el deseo.  Y ella, con sus pelos rubios ensortijados, era el oscuro objeto del deseo, con permiso de Luis Buñuel.  Lo primero que me llamó la atención fueron sus rulos, pero también que detrás de ese flequillo desprolijo que  le caía sobre la frente estaban “unos  ojos de almendra tratando de darme valor”, que es una letra del Tema de Rosario, de Lalo de  Los Santos, pero al verla sentí que la canción la habían hecho para ella. Siempre andaba con una blusita suelta y de jeans. Eso sí, no se sacaba por nada del mundo sus zapatillas rojas de lona. “El rojo es fuego” decía siempre y yo le creía, no eran tiempos de buscar frases por Google, así que para mí ese rojo era fuego y punto.

Todavía tengo el diálogo en la cabeza de ese día que nos conocimos. Era el 10 de mayo del 87, Charly García presentaba Parte de la religión en el Estadio de Rosario Central y éramos una legión de rockeros y rockeras caminando por bulevar Avellaneda, parecía la multitud que va a ver un clásico rosarino, con la diferencia que aquí la única camiseta era la de Charly y si había dos colores distintos era por su bigote bicolor, que sólo alguien como García puede tener, porque Charly siempre fue un distinto. Así de distinta era Maite para mí cuando la vi llegar. Yo estaba con mi Polaroid, porque era el tiempo en que me quería parecer a mi viejo y andaba sacando fotos a los artistas para una revistita del barrio Echesortu, y llega una chica bella de toda belleza con los ojos llorosos.

– Epa, ¿y a vos qué te pasó?

– Nada, nada, qué me va a pasar.

– Mirá, si venís a ver a Charly y estás llorando, no creo que sea de la emoción, a vos te pasa algo.

– ¿Y vos quién sos, sos de la prensa?

– Qué se yo, algo así, trabajo en una revistita de barrio, pero…

– Pero tenés acreditación, ahí veo que se lee Prensa bien clarito.

– Sí, en verdad me la consiguió mi viejo, es largo de explicar, pero sí, soy fotógrafo para el caso.

– ¿Para el caso?

– Sí, digo, porque sacar fotos en un recital de estos con una Polaroid es un bochorno, pero es lo único que tengo, y encima tengo que cuidar las fotos que saco porque son muy pocas y…perdón, a todo esto, ¿me vas a contar por qué estás llorando o no?

– Bueno, sí, te cuento, venía caminando sola, porque mi amiga Julia, no pudo venir conmigo esta vez, y me bajé del colectivo, caminé un rato largo por el bulevar, hasta que se acercó un flaco, que estaba medio en pedo, y me pidió un cigarrillo. A mí me dio un poco de miedo y no dudé, saqué mi atado de Marlboro y justo cuando estoy por darle uno pasó lo que pasó.

– ¿Qué pasó?

– Pasó que el trucho del tipo este, apenas saco el atado me pega en la mano, me hace caer el atado al piso, me roba el atado completo, que estaba enterito recién comprado y sale corriendo.

– Yo te puedo convidar cigarrillos, y también fumo Marlboro, ¿por eso vas a llorar así?

– No, no entendés nada, es que yo tenía la entrada de Charly del lado de atrás del paquete, siempre la pongo ahí, para no perderla, es una maldita costumbre. Y el tipo no sé si se dio cuenta de que con los cigarrillos me estaba choreando también la entrada del recital. ¡¿Cómo no querés que llore si junté de mis ahorros para este show, compré la entrada más barata hace un mes  y me lo voy a perder?!

– Bueno tranqui, no te lo vas a perder.

– Ah, sí, mirá vos, ¿el cuarto poder todo lo puede?

– No sé si soy el cuarto poder y no sé si todo lo puedo, pero vos vas a entrar al recital conmigo.

– ¿Me podés explicar cómo?

– Desde ahora sos la periodista de Echesortu Rock, o sea la periodista que viene a cubrir el show conmigo.

– Pero yo jamás escribí una crítica en mi vida.  Además, pará, ¿me podés decir cómo hago para entrar sin credencial?

– Muy fácil, yo te creí lo de la entrada, bueno, tenés que usar el mismo speach, pero en vez de la entrada de Charly lo que te robaron en la etiqueta de Marlboro es la credencial de prensa.

– Qué ocurrente que sos para la trampa, ¿siempre sos así?

– Sólo cuando tengo que captar la atención de la chica de rulos más linda del show de Charly.

– Bien, también lancero el tipo, en fin, todo  sea por entrar al show. Pero gracias, claro, gracias de verdad. En verdad no me dijiste tu nombre, no sé a quién le tengo que agradecer.

– Juan, y no te rías, Juan Foco.

– Foco, Polaroid, imposible no reírse, mirá mi Juan.

– ¿Mi Juan? Hace un rato me dijiste que era un lancero y ahora ni me dijiste tu nombre y ya  me decís mi Juan.

– Soy Maite, pero si entro con vos al show vas a ser para siempre mi Juan, no un Juan cualquiera.

En la escena siguiente Maite se lloró todo ante el tipo de la entrada, yo le hice la segunda, le explicamos que fue una situación muy desagradable, el hombre  se sensibilizó, o le gustaba Maite o estaba muy apurado porque la gente detrás nuestro quería entrar al recital, pero el caso es que nos dijo que pasáramos al estadio y todo salió mejor que lo pensado. Tanto que saqué un puñado de fotos de un recital inolvidable. Parecía que Charly me cantaba al oído cuando decía “Yo necesito tu amor” y Maite saltaba al lado mío revoleando sus rulos. Lo más insólito fue cuando me pidió que le avise cuando me faltara una foto para terminar el rollo. Y le hice caso.

– ¿Es la última?

– Sí, la que viene es la última.

– ¿Viste que dijiste que soy la chica de rulos más linda?, bueno, sacale una foto a mis rulos, dale Foco.

Ahí fue cuando se dio vuelta, se puso las manos en la cabeza y gatillé. Era el momento del bis y Charly cantaba No voy en tren. Ella esperó que salga la foto, me pidió una birome, le dio un beso con sus labios pintados tan rojos como sus zapatillas, me escribió algo en la imagen, me dio un beso en la boca y se perdió entre la gente. García  justo cantaba “no necesito a nadie, nadie alrededor”. Y por primera vez en mi vida una canción de Charly decía todo lo contrario de lo que yo sentía.

2 comentarios para “Capítulo 10: Maite

  1. Gabriel dice:

    Será la incógnita con M?
    Echesortu nos dió tanto…!

    1. Pedro Squillaci dice:

      Echesortu es una caja de sorpresas amigo

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