Por Marcelo «Bochi» Muiños | prensanewenmapu@gmail.com


Isabel Lagger tiene 73 años, nació en Esperanza, Provincia de Santa Fe, vivió 23 años en Neuquén y luego se radicó en Villa Carlos Paz, Córdoba. “Conservo mi estirpe santafesina en el habla, nací en Esperanza”, nos dice con una sonrisa, al remarcar que no tiene acento cordobés. Es escritora, ceramista, docente y artista plástica. Entre sus libros podemos nombrar los siguientes títulos Historias sin apellido, La fuente de los sapos, Diálogos con tonada, su obra más reconocida Una mujer llamada Pablo, dedicada a Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick conocida como «Nenette» y la novela La Pasto Verde a Carmen Funes.

Visitó la Casa Museo Agua Escondida de Cerro Colorado, Córdoba, en el año 1995. Al ingresar al ambiente principal sobre el piano vio la fotografía de una mujer desconocida, al consultar  quién era, la guía le respondió: “es Pablo del Cerro”; ella se quedó pensativa y sorprendida. Y fue en 1998 que sintió la necesidad de dilucidar el misterio: quién era realmente esa mujer llamada Pablo. Se abocó entonces a investigar, hurgar en bibliotecas, pero no había mucho material sobre ella, casi nada. Fue a partir de una serie de entrevistas con Roberto «El coya» Chavero, el hijo de Atahualpa Yupanqui y Nenette, que fue armando el rompecabezas para su futura novela, la cuál saldría editada en el año 2000.

Siente satisfacción por su labor como precursora en entrever la historia de Nenette, quien fuera esposa de Atahualpa Yupanqui, pianista de formación clásica que aportó musicalidad a las canciones de Don Ata. “La figura de Nenette fue injustamente olvidada, me alegro haber ayudado a visibilizar a esta mujer maravillosa, antes nadie había hablado” nos cuenta. Luna tucumana, Chacarera de las piedras, El alazán, Guitarra dímelo tú, Sin caballo y en Montiel, La flecha, La nadita, y muchas canciones más fueron firmadas por ella en la música, como Pablo del Cerro. Como Don Ata consideraba que el país no estaba preparado para la firma con un nombre francés y menos de mujer, acordaron el seudónimo «Pablo» por Paula y «Del Cerro», por el Cerro Colorado.

Amante del folklore, también escribió sobre otra mujer como La Pasto Verde, Carmen Funes, esa pionera neuquina, pulpera que tocaba la guitarra y atendía un boliche en la posta de Plaza Huincul, Neuquén, a la que le cantara Marcelo Berbel en su famosa zamba; “brava gaucha en los fortines sureños” reza la letra, “la versión que más me gusta es la de Larralde” sostiene la escritora.

Finalmente nos cuenta sobre una futura publicación que llamara Musas porque se les canta dedicada a 12 mujeres y canciones del folklore. Compartimos parte de la charla extensa que tuvimos con esta gran escritora dedicada a difundir historias de nuestro querido país.

– Contanos sobre tu novela Una mujer llamada Pablo dedicada a Nenette.

Es mi libro que más recorrió el país, por el que más me han convocado, siempre se la recuerda, el 14 de noviembre se cumplieron 30 años de la muerte de Nenette que era su sobrenombre familiar, su nombre era Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick un nombre poco folclórico. Ella nació en continente americano, era una francesa nacida en territorio de ultramar, las Islas de Saint-Pierre y Miquelon. Son resabios coloniales que tiene Francia, los nativos de ahí son franceses; ella nunca dejó su ciudadanía, nunca se hizo ciudadana argentina a pesar de que vivió mucho tiempo y amó nuestro país, nuestro folklore y trabajó denodadamente colaborando y acompañando en la creatividad de la obra de Atahualpa Yupanqui. Formaron una pareja simbiótica, desde la admiración mutua. Ella cuando llegó al país ni siquiera hablaba español, llegó a Buenos Aires, donde estaba su hermana que había llegado un tiempo antes, estaba casada con un argentino y los invitaba a sus padres y a ella a venir. A los 10 años se habían ido a vivir a Francia pero fallece la madre y el padre se queda con las dos niñas, su hermana le llevaba 7 años, ambas tenían condiciones hacia lo artístico, la hermana era bailarina y buena en arte, Nenette en la música. Los convence, se instalan en Banfield, luego se inscribe en el Conservatorio de Música en Buenos Aires. Conoció a Isabel Aretz y Carlos Vega. Cuando la empiezan a escuchar se dan cuenta que es una mujer con enormes condiciones, de hecho ella había estudiado en Caen (Francia) y recibe medalla como compositora y pianista. Venía muy bien preparada, acá la invitan a formar parte de la Orquesta Filarmónica, con eso recorrió el país en conciertos por el interior. En 1942, en Tucumán, después de actuar, se va a un teatro que ve en un afiche que tocaba un guitarrista y queda fascinada por el estilo musical, por la mística con la que cantaba Atahualpa, ella se dio cuenta que estaba frente a un ser único. Ahí se conocen. Empiezan una larga correspondencia hasta que prevalece el amor, se van a vivir juntos en 1946 entre Buenos Aires y Cerro Colorado.

El piano de Nenette aún se conserva en la Casa Museo Cerro Colorado

– ¿Cómo fue la investigación?

Fue muy difícil. Después vinieron otros trabajos e investigaciones, salen Las cartas a Nenette que tiene un material riquísimo y aportaron más información a la que yo contaba cuando hice el libro. Fui en el año 1995 al Cerro Colorado (Córdoba), en el 93 había venido a vivir a Carlos Paz y quería conocer la provincia, recorriendo llegué al norte cordobés y pasa lo que cuento en el libro: de pronto cuando estoy en la Casa Museo Agua Escondida veo el retrato de una mujer y le pregunto a la chica que me atiende quién era. “Es Pablo del Cerro”, me responde, yo digo estoy mal de la cabeza, vi una mujer, y me afirma: “es Pablo del Cerro, la esposa de Yupanqui”. Ahí descubrí un poco la historia y nace el título Una mujer llamada Pablo. Ni sabía que iba a escribir, pero algo me llamaba, en ese entonces trabajaba en el Diario de Carlos Paz y me dije “algo voy a escribir sobre esta historia”. A diferencia de otros trabajos donde el título surge al final en este caso nació inicialmente, ya tenía el título, era hermoso y no sabía cómo llenarlo. Me fue difícil, no había información, había poco sobre Yupanqui, costaba encontrar en las librerías material, solo estaba el del Padre Boasso y el del Norberto Galasso, dos libros muy importantes pero lógicamente tratan la vida de Atahualpa no la de Nenette. Tanto es así que cuando me pongo de acuerdo con Roberto «El Coya» Chavero (hijo) para entrevistarlo y consultar me avisa en un momento que iba a estar en el Cerro Colorado y me fui con un grabador y un cuaderno de apuntes. Roberto me atendió muy bien, pero siempre terminaba hablando de su padre, y yo le decía “no, no quiero la historia de su padre que ya hay mucho escrito te pregunto por tu mamá”, por que lo que yo quería era encarnar al personaje, pintarla lo más cerca posible de lo que ella había sido. El Coya se daba cuenta de que muchas cosas no sabía de su madre, lo obligué a pensar y rememorar. Fue un trabajo para él recordarla en su cotidianeidad. Con Roberto estoy muy agradecida, me fue de mucha ayuda, siempre me acompañó a las presentaciones, se brindó, y para mí es muy importante porque de algún modo está custodiando también el legado y la herencia de su madre. Nenette fue muy generosa con Yupanqui, le permitió irse de gira a Europa para que muestre su arte la cual ella valoraba mucho, siendo muy generosa y quedándose sola con su hijo chico entre Cerro Colorado y Buenos Aires, para que él desarrolle su carrera.

– ¿Sentís una reivindicación como mujer al dar a conocer la figura de Nenette?

La figura de Nenette fue injustamente olvidada, me alegro haber ayudado a visibilizar a esta mujer maravillosa, antes nadie había hablado, el rescate que hice de esta historia hoy es resignificado por las mujeres. Ya el nombre Una mujer llamada Pablo es impactante para las corrientes feministas. Estuvo en invisibilidad. Ella tiene registrados unos 65 títulos en Sadaic, cuando escribí el libro se conocían 44 temas en coautoría con Yupanqui. Lo trascendental es la influencia que ella tuvo en la obra musical de Atahualpa, él la respeto enormemente, a pesar de que protestaba cuando ella le decía “armónicamente esto no está bien”, terminaba aceptándolo por que sabía que ella perfeccionaba la canción. Es el texto con el cual más me han invitado, fui al Congreso de La Lengua en Córdoba y en la Fundación Atahualpa Yupanqui en Rosario hicimos una presentación conjunta con Augusto Berengan.

– ¿Recordás alguna anécdota de la presentación del libro?

– En octubre del 2000 presenté el libro en la Casa de Córdoba en Buenos Aires, Isabel Aretz que ya tenía cerca de 90 años se enteró a través de Silvia Majul, y se disculpaba que no iba a poder asistir por que había estado dando una charla en Santiago de Chile y se encontraba cansada, imagínate la grandeza de esa mujer y el orgullo para mí que era una desconocida, y no tenía ningún compromiso conmigo. Tristemente no pude conocerla.

Postales de Nenette y su familia

– También escribiste una novela sobra La Pasto Verde…

– Escribí sobre La Pasto Verde, si bien en Neuquén se la reconoce, se la reverencia de algún modo por que fue una adelantada en tiempos tremendos monstruosos como la llamada Conquista del Desierto, que ella formo parte. Pero no se puede no reconocerle el aporte enorme que hizo esta mujer en la ampliación de territorios, en quedarse siendo la primer mujer pobladora blanca que se instalo en Plaza Huincul a fines del siglo XI,  todo una pionera. La Cuenca Neuquina, la explotación del petróleo, se la debe a Carmen Funes ella es la que detecta en su aguada que tenía cerca de su posta, sentía gusto a querosén, les decía a los viajeros que pasaban (porque era muy buena anfitriona siempre) sobre el olor, muchos no la escuchaban, o le decían que estaba exagerando, hasta que alguien la escucho y mandó a personal a perforar y descubrieron petróleo, el pozo número uno lleva su nombre en homenaje. Cuando me fui a vivir a Neuquén tenía 22 años, era muy jovencita, no conocía nada del folklore neuquino y toda esa música que era nueva y me llegaba de otro modo me ayudó muchísimo. La zamba de Marcelo Berbel se compuso en el 65, era un repertorio novedoso para mí, jamás lo había escuchado hasta ese momento.

– ¿Por qué elegiste el personaje de Carmen Funes, esta pulpera que fue parte de la Conquista del Desierto?

– La Pasto Verde era una mujer diferente de todas las otras sobre las que escribí, esa vida ruda, rural, que llevaba en los fortines, me llevó a pensar como hizo una mujer así, que reciba el seudónimo de «Pasto Verde», que implica frescura, juventud, algo tierno. Ella había quedado huérfana de chica, se sumó al ejercito de Roca por que se había enamorado de un militar. Pasó de todas, muchos momentos no tan bien, no era sencillo el lugar, hoy sigue siendo un territorio hostil, cruel, inhóspito. Ella ayudó a levantar toda la línea de fortines sur oeste de la Provincia de Buenos Aires que son hoy ciudades pero en ese momento eran puestos de avanzada. Yo trato en la novela de desplegar el personaje en dos: la mujer mítica que nunca va a envejecer, la que va a ser recordada toda la vida como hermosa, juvenil, fresca, que le gustaba contar historias. Y la otra, la mujer real, que va viendo el paso de los años, que va viendo la agresión que le dejó sobre su cuerpo el tiempo, y está en ese dilema en un contrapunto eterno, narrada en primera persona. Para mí es un cierto deseo reivindicativo. Mucha gente no conoce aún la historia de La Pasto Verde, cuando hice la presentación se cantó la zamba. Es una gran zamba, me gusta la versión de Larralde.

Retrato de Carmen Funes, La Pasto Verde. Autor: Jorge González

– ¿Te gusta escribir sobre mujeres y folklore?

A mí me gusta mucho el folklore, viví las épocas de esplendor como los 60 y 70, la música que yo escuchaba era solamente las canciones folclóricas, para mí el folklore son pinturas que se hacen del paisaje, de lo humano, que me permitía conocer, soñar, imaginar. Actualmente cuando pinto escucho folklore, me siento muy identificada con este país, me gusta mi país, a pesar de todo lo quiero. Con la cuarentena volví a escribir sobre mujeres y folklore. Fue un poco salvador. Estoy escribiendo sobre las canciones inspiradas en 12 mujeres que forman parte del cancionero folclórico, lo estoy plasmando un poco en Facebook y luego posiblemente será un libro. Son relatos breves. Incluye Juana Azurduy, La Pomeña, Merceditas, La oma, La pulpera de Santa Lucía, La pasto verde, Alfonsina y el mar, La Flor de la Canela, etc. Investigué sobre cada uno de los personajes y los poetas que les compusieron sus temas, contar historias sobre sus historias. Destaqué la belleza, la picardía, la hermosura, hice un ensamble entre el “escenario” donde habían acontecido los encuentros entre la musa y el poeta, con un poco de vuelo conté estas historias, hice un perfil de cada una. Si en algún momento lo público se llamara Musas porque se les canta. Con un toque irreverente, pero también porque en algún momento se les cantó a ellas.

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