Entrevista a Eduardo Carrasco, fundador del legendario grupo Quilapayún, a 55 años de su creación.

Por Federico «Poni» Rossi / piukemil@gmail.com

Foto de portada: Juan Pablo Carvajal


Transcurría 1965. Eran tiempos convulsionados en toda América Latina y Chile no era la excepción. Allí gobernaba el derechista Eduardo Frei Montalva, histórico opositor y enemigo de Salvador Allende. Ese mismo año se fundaba el MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria. La ya célebre Violeta Parra presentaba Recordando a Chile (Una chilena en París), su noveno álbum. Ese mismo año tres jóvenes de entre 20 y 25 años fundaron Quilapayún. Ellos fueron Julio Numhauser, y los hermanos Julio y Eduardo Carrasco. A partir de ahí comenzaría a escribirse una de las historias fundamentales del cancionero latinoamericano. Los dos primeros abandonarían el grupo a los pocos años, pero Eduardo, con quien se realizó ésta entrevista, continuaría a cargo del grupo hasta el día de hoy.

Eduardo Carrasco. Foto: Joël Lumien

¿Cómo eran los tiempos en que surge el Quilapayún?

Eran tiempos turbulentos y muy complejos, con grandes contradicciones políticas. Eso hizo que el conjunto rápidamente tomara una posición en favor de las luchas populares que en ese momento se hacían muy agudas y que finalmente llevaron a la presidencia de la república a Salvador Allende.

En 1966 suman, como director artístico, a Víctor Jara ¿Qué recuerdos tiene de aquella etapa?

A Víctor Jara lo conocimos en una peña en Valparaíso. Él tenía una actuación. Nosotros también. Cuando terminó de cantar lo invitamos a nuestra mesa e inmediatamente nos hicimos muy amigos. Nos interesó mucho lo que hacía. Ya era un cantante muy famoso en Chile, y pronto logramos que se hiciera cargo de la dirección del conjunto, a la que él accedió inmediatamente y con muy buen ánimo. Revisamos todo el repertorio e hicimos cosas nuevas, varias canciones de él. Empezamos un trabajo muy interesante porque él era director de teatro, además de músico, y eso hizo que comenzaran a surgir espectáculos muy entretenidos para la gente, con mucho rigor escénico, movimientos, luces, vestuario, etc. Todas esas cosas eran realizadas muy minuciosamente y él hacía como de director de escena y al mismo tiempo director musical. Esos sistemas de trabajo que vienen del teatro, él era un gran director, se trasladaron al grupo y son hoy día fundamentales en nuestro modo de trabajo. Nosotros utilizamos esa disciplina que nos enseñó en esos momentos Víctor Jara. Después hicimos un camino juntos en la canción comprometida. Fue muy importante para nosotros. Víctor cantaba sus canciones, nosotros cantábamos las nuestras y después nos uníamos. Hacíamos cosas juntos. Grabamos varios discos. Así que la colaboración con él fue una cosa fundamental en la historia del Quilapayún.

En 1973 fue el golpe a Allende ¿Cómo y dónde recibieron esa noticia?

Estábamos fuera de Chile. Habíamos iniciado una gira a varios países del norte de Europa, y también a Francia y al norte de África. Estábamos en Francia cuando vino el golpe militar. Habíamos salido en representación del gobierno de Salvador Allende que había sido invitado a la Conferencia de Países No Alineados. Él nos propuso enviarnos como embajadores culturales a esos lugares. Lamentablemente, cuando estábamos en Francia preparándonos para actuar por primera vez en el Olympia de París, vino el golpe militar y ahí fue terrible. Tuvimos que seguir cantando porque se nos pedía que participáramos en actos de solidaridad. Hubo un gran movimiento de solidaridad en Francia y en muchos otros países, y nosotros entonces empezamos una vida itinerante yendo a distintas partes a cantar y llevando en mensaje de la fuerza democrática chilena. Fue una época triste para nosotros lejos de la patria. Al principio, sin nuestras familias. Cuando nos juntamos todos comenzamos a vivir en una comuna del norte de París que se llama Colombes. Ahí estuvimos quince largos años.

Junto a Víctor Jara. Foto cedida por Eduardo Carrasco

¿Cómo fue el retorno a Chile?

Fue extraordinariamente emotivo. Tuvo lugar en septiembre del ‘88, pocos días antes del plebiscito que perdió Pinochet y que dio lugar a los gobiernos democráticos que vinieron después y que se llamaron el periodo de la Concertación de Partidos por la Democracia. Nosotros fuimos invitados por esos partidos a participar en el gran acto final de la campaña del NO, que era, la campaña de los partidos democráticos, y volvimos a un inmenso acto con más de un millón de personas en la calle a cantar las mismas canciones que cantábamos en la época de Allende, en las grandes concentraciones de apoyo a su gobierno. Fue muy emotivo, muy profundo para nosotros. Nos dejó una huella indeleble porque fue un momento glorioso para nuestro pueblo. El 5 de octubre se realizó ese plebiscito y ganó el NO, entonces ya pudimos organizar nuestra vuelta a Chile. Algunos volvimos. Otros no pudieron volver porque ya tenían familia establecida en Francia. Era muy difícil traer hijos y todo. Además, no teníamos trabajo. Era difícil sostenernos solamente con la canción en Chile. Algunos, los que pudieron encontrar trabajo, volvieron, y ahí empezó otro periodo largo en que el conjunto estaba en parte en Chile, y en parte en Francia. Hicimos varias giras. Fue una cosa maravillosa reencontrarnos con nuestro pueblo. En febrero del año ‘89 hicimos una gira por todo Chile y presentamos todo lo que habíamos hecho en el exilio. Eso fue muy bien recibido por el pueblo chileno que siempre nos ha querido muchísimo. Así que fueron momentos muy bellos para nosotros.

¿Cuál es el legado que Quilapayún y toda esa generación de músicos hicieron para la cultura latinoamericana?

Justamente, hace poquitos días, estuve pensando en eso mientras recordaba a César Isella, que está enfermo. Él ha sido un amigo muy querido y al saber que estaba enfermo me puse a pensar qué es lo que estamos dejando nosotros que fuimos parte de esa ilusión latinoamericanista y, creo que finalmente lo que ha ocurrido con todo esto es que se ha asentado en América Latina la idea de que es posible construir algo común, al menos culturalmente como, por ejemplo, lo es la canción de Armando Tejada (Gómez) y César Isella que nos ha unido a todos “salgo a caminar por la cintura cósmica del sur…”. Esas canciones inolvidables que representan el espíritu de los años ‘60, del nuevo cancionero argentino, lo mismo que la Mercedes (Sosa). Algo ha quedado de todo eso. Yo creo que el Quilapayún ha formado parte de ese movimiento que tiene figuras extraordinarias en todo el continente, como Chico Buarque, la Trova Cubana, Alí Primera, Los Folkloristas, muy importantes en México. Así que yo creo que hicimos realidad ese ímpetu común y afirmamos con fuerza lo que nos une en un momento en que era difícil hacer esto, pero era urgente y necesario. Yo creo que todo esto ha sembrado un camino. Lamentablemente después vinieron las dictaduras y gobiernos derechistas que volvieron a separar a los pueblos latinoamericanos. Pero yo creo que la perspectiva histórica no puede ser otra que la unidad. Al menos, en la canción, eso fue posible y fue una realidad. Y va a ser un hito importante en los años futuros.

Los Quilapayún hoy

¿Qué significa El pueblo unido para la historia de Quilapayún?

Simboliza, de la mejor manera, una línea de trabajo del Quilapayún, que lo ha hecho muy conocido en muchas partes. Es éste tipo de canciones que buscan conectar al artista con la gente que está escuchándolo, con los espectadores. Los conecta porque la canción está hecha de tal manera que la música y el texto conducen a que en algún momento todo el mundo grite ésta consigna: “El pueblo unido jamás será vencido…”. En éste sentido la canción se completa. Comienza con el grupo que canta y termina con todo el mundo cantando con ellos. Gritando la consigna. Entonces, es como un acto de unidad. Se dice “el pueblo unido jamás será vencido” pero también eso se realiza desde el escenario y se comunica la gente que está como espectadora y al final terminamos todos haciendo lo que la canción busca enseñarnos.

Es una canción que ha servido muchísimo en los momentos en que los pueblos necesitan esa unidad, y por eso ha sido retomada por muchos. Los portugueses la cantaban en su Revolución de Las Flores, los españoles en la lucha final contra el franquismo, pero también, hoy día, en Francia los “Chaquetas Amarillas” también cantan El Pueblo Unido. La han cantado en la primavera árabe, los iraníes cuando hicieron la revolución contra el Sha. Así que se canta en todo el mundo. Se ha transformado en un emblema que representa, de manera muy profunda, los anhelos de los pueblos en su lucha por la libertad y la democracia, y va a seguir siendo cantada. Nunca se ha detenido. Hoy día, en Chile, desde que vino el estallido social de octubre del año pasado, esa canción volvió a las calles a cantarse en forma colectiva. Además hay versiones de todo tipo. Así que es una canción muy importante para nosotros y siempre va a estar ligada a la historia del Quilapayún.

 

Un comentario para “El pueblo unido jamás será vencido

  1. Dorothee von Brentano dice:

    Lindo relato de la historia de los muy queridos Quilas! Gracias.

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